Por otro lado la belleza transitoria de la naturaleza, si reflexionamos un poco, puede ayudarnos a comprender temas tan abstractos como la vida y la muerte o la belleza de todos los periodos de la vida. Observar el amanecer o la puesta del sol es una actividad sumamente enriquecedora, aunque muchas veces no tengamos posibilidad de dedicarle un poco de tiempo, si lo hacemos los beneficios que experimentaremos serán muy importantes. Al observar el cambio de las estaciones, primavera, verano, otoño e invierno, realizando actividades propias de cada estación y aprovechando para consumir productos de cada temporada, nos sentiremos más integrados con la naturaleza y sin esa sensación que dan las grandes ciudades y la comida preparada, de separación del entorno natural. Ver pasar las nubes nos vincula a la transitoriedad de todos los acontecimientos. Gozar del sonido del flujo y reflujo del mar o de un río nos ayudan también a reforzar esta idea de transitoriedad de todo.
Para todos aquellos que vivimos en una gran ciudad es cada vez más necesario y terapéutico salir de vez en cuando a hacer una excursión, a abrazar un árbol o a mantener un dialogo con la naturaleza. No solamente para recargar pilas sino para reforzar la idea de que con cualquier reino de la naturaleza la sincronicidad y el lenguaje de los símbolos está mucho más vivo que en las montañas de asfalto, acero y hormigón.
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